martes, 29 de enero de 2008

Comer, beber y leer


Por Leonardo Rearte, lrearte@losandes.com.ar


Están allí, sobre mesas ratonas, en las barras, en las eclécticas repisas. No tienen destino de salas en silencio, de mesas largas y luz diurna; estos libros serán disfrutados en ruidosa compañía. Son títulos para escoltar un trago, para debatir en grupo o para hojear a la espera de ese plato que se hace desear. Es una tendencia, o quizá apenas una moda. O tal vez, un servicio que llegó para quedarse; el tiempo dirá. Por lo pronto, en Mendoza se multiplican los bares y pubs que ofrecen al comensal buena lectura para degustar. Y éste, al decir de los encargados y los barmen, sabe apreciar esas páginas de Víctor Hugo Cúneo, de Roberto Arlt o de Fernando Lorenzo, con tanto gusto como el margarita o el fernet con cola.

Libros para jugar. Durante algún tiempo, El Juguete Rabioso fue el único bar literario de Mendoza. Inspirado en el título de la gran novela de Roberto Arlt (que además sienta bien con la intención lúdica del local), el bar de la calle Arizu 502 propuso desde su inauguración una espaciosa sala de lectura. Sobresalen aquí los autores y las revistas vernáculas. Hacen más curioso este cuarto de la casona, algunos volúmenes bizarros, revistas marginales, enciclopedias incompletas y un sapo. Sí, el tradicional juego argentino en el que el desafiante debe pasar por la boca del batracio de metal tantas fichas como pueda.

“Nuestra idea es unificar los libros con los juegos de mesa (tenemos varios y hasta se han hecho campeonatos de TEG y truco). Cuando iniciamos no había bares con libros en Mendoza. Claro, en Buenos Aires esta modalidad ya está instalada”, dice Miguel Casanova, periodista y uno de los socios de El Juguete Rabioso. La forma de acceder a la literatura es sencilla: “Aquí la gente se levanta y busca los libros, sin siquiera consultarnos. Más de uno nos ha pedido llevárselo a la casa, y, por supuesto, accedimos”, comenta Casanova.

Ordenados como en fila escolar (por el tamaño de las ediciones), se encuentra volúmenes de poesía clásica, autores mendocinos (Sergio Taglia, Fernando Toledo, y el libro Partes diarios, del periodista de Los Andes, Roly López, son algunos) y una profusa colección de revistas y fanzines locales. Revolviendo, se hallarán además curiosos libros mitológicos. Si se insiste, se podrá dar con alguna rareza de corte esotérico.

El bar acompaña su sección literaria con la participación de poetas y profesores de literatura en disertaciones y recitados. Eventos íntimos muy bienvenidos por la clientela del lugar. “Uno de nuestros proyectos para los próximos días es incorporar un stand para la venta de libros mendocinos de reciente aparición -adelanta Casanova-. Por supuesto, si hay algo que nos sobra son proyectos”.

Poetas malditos. El rojo fucsia de los muros hace abrir bien los ojos; la buena música, los oídos; la carta, el resto de los sentidos. Estamos en Benditos Malditos, el bar que se inspiró en la rima perfecta de Joaquín Sabina para erigirse en el reducto cultural de la calle Belgrano. Sus mentores son fotógrafos, de allí la particularidad de este pub: en su sótano está habilitado un laboratorio de revelado artesanal pensado especialmente para aficionados. En el primer piso, se encuentra aquello que nos ocupa: la biblioteca.

“Estamos armando un mueble más grande, con vista, para conformar una buena biblioteca -confiesa Andrés Quintana, uno de los propietarios-. Cada cliente tendrá una Carta de Libros para pedirlos gratis a contradocumento. Es más, estamos analizando la posibilidad de hacer una especie de carnet para poder retirarlo, al estilo de cualquier biblioteca pública”. En el armario de Benditos Malditos (Belgrano 980) conviven libros místicos como Yo visité Ganímedes de Yosip Ibrahim, con perlas como Las puertas de la percepción de Aldous Huxley, pasando por Facundo de Domingo Faustino Sarmiento. Quintana, que además de fotógrafo es escritor, devela que en estos anaqueles, por sobre todo, sobresaldrá la buena literatura. “Hemos dedicado mucho tiempo a la selección de las obras... Nuestra intención es presentar a grandes autores. También de esta idea surge el nombre del bar. Se sabe, los buenos artistas son personas benditas malditas”.

Lectura especializada. "Este rincón está pensado para los solitarios", comenta sin apuro Gonzalo Mejías, diseñador gráfico y creador de Mal de Amores (Arístides Villanueva y Olascoaga). El rincón de los corazones solos está integrado por algunos sillones, unas mesas bajas y una elegante barra. La iluminación es tenue, a tono con el ánimo intimista del restó. Sobre la barra, resaltan algunos libros, preferentemente de gastronomía y vinos.

"Es el mismo mozo quien le ofrece a los comensales acceder a nuestro material de lectura. Pensamos en incluir esta opción por una sencilla razón: queremos que nuestros clientes estén cómodos, que pasen un buen momento aquí", detalla Mejías. La alternativa planteada es acceder a textos especializados sobre cocina gourmet y degustación de vinos (Constitución vitivinícola de Argentina, la colección de Cuisine & Vines, los lujosos números de Joy...), cómo no, munidos de una espléndida copa de malbec. Lo que se dice, teoría y práctica.

“Es algo que fue muy bien recibido por nuestros clientes. Sí, aunque en un principio la idea podía parecer extraña, la gente lee en los bares”, subraya.

Libros que fluyen. El primer piso, el lugar de la trastienda, es espacioso. Allí, en el centro, un lienzo sugiere dos figuras espectrales. "No sé cuánto tiempo me falta para terminar esta obra -responde el artista plástico Israel Raij-. En todo caso preguntale a ella".

En su atelier, ubicado en el propio Centro Cultural Tajamar, Raij pinta con más interrupciones que las que querría. El empresario devora al artista. Él es el factotum de un complejo que incluye un coqueto teatro, una sala de exposición y venta de obras de arte, y un bar. Un bar cultural, claro. Aquí, los libros no podían faltar. Hacen acto de presencia los textos de Daniel Prieto Castillo, Jorge Enrique Ramponi, del dramaturgo mendocino Sacha Barrera Oro, entre tantos otros.

El cliente también puede acceder a los catálogos de los artistas Sergio Sergi, Azzoni, Cascarini, o a la colección completa de las revistas Arte al día y Museum, entre otras opciones.

Cada uno de estos volúmenes está puesto a la venta, pero también puede ser consultado en la mesa, sin compromiso. "Durante los últimos años, la oferta cultural pasó sólo por los creadores. Y así mismo, no alcanzaban los espacios para contenerla... para que su producción se pusiera en valor. Por eso decidimos abrir este espacio”, comenta Raij.

“La idea de Tajamar fue cubrir todos los frentes, la plástica, el teatro, la literatura, la gastronomía y el vino. Y que todo ello esté integrado y fluya", replica León Repetur, la otra cara visible del local ubicado en Paseo Peatonal Alameda 1921, de Ciudad.

En cuanto a la modalidad de bar con lectura, la opción se encuentra en franca expansión. "Nosotros pedimos a los autores de Mendoza que además de disponer a la venta su obra, dejen un ejemplar para que aquel que quiera consultarlo lo haga libremente", comentan los responsables. La oferta de libros y algo para tomar y comer se complementa con la presentación de escritores y charlas de café a tono con la temática cultural -ver recuadro en tapa-.

Junto a Raij y Repetur, son muchos los que esperan que la expresión bar cultural, tan vaciada de contenido en nuestra provincia, se refiera con el tiempo a un permanente y saludable hábito entre mendocinos.



No hay comentarios: