Cuando salí de Mar del Plata, mis padres me permitieron elegir cualquier carrera decente. Buenos Aires estaba en mis manos y mi futuro era inmenso.
Pero no. Yo no soy un tipo de empresas fáciles.
Me hice gastronómico. Debe haber cosas peores pensé.
Hoy que ya peino canas lo dudo, pero la costa está muy lejos. Y yo no quiero nadar más.
He aquí la vida diaria de mi restaurante.
Pasen y vean señores. Algo rico debe haber.
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